Miré 70 veces hasta el fondo del plato y otras tantas escuché la misma canción, con sus siete segundos de acordes oscuros; tono menor para noches de agotamiento cerebral en la euforia.
Me quedo con la filosofía del señor Henry, el de la absenta. Que la filosofía nació por agotamiento físico, por pararse cinco minutos a reposar. Pensar y hacer, pensar mientras haces, pensar a posteriori… planear, improvisar, reflexionar…
Sí, es cierto. Pensar es un lujo del ocio. No piensas igual sentada que de pie. Eso ahora me queda reservado a los largos cafés del desayuno, a la decimocuarta vez que escucho la misma canción, a esos ratos que me regala la ventanilla de un coche.
Ahora es fácil. Porque quizás, por primera vez en estos benditos 33, pienso menos, actúo a tiempo y respiro más. Hasta donde den mis pulmonesssssssssssssssssssss
viernes, 27 de febrero de 2009
tic tac
A los padres les gustaría que sus hijos no viviesen en carne propia cada golpe, cada equivocación, cada dolor. Llega un momento que son los hijos los que quieren proteger a los padres de los estragos, los tropiezos inevitables, las veces que no deciden. Creo que no queda más remedio que atiborrarse la boca de arena y aprender a vivir con esa medida tan, tan… del tiempo.
martes, 24 de febrero de 2009
Babylon Plant
La estructura molecular flota. ¿En el hiperespacio o en líquido fetal?
No. No son partículas. Veo tu cara entre las miles de caras de personas que se mueven a toda velocidad. Hay masas de coches atrapadas en el tráfico, acelerón-frenazo, cincuenta metros hasta el siguiente semáforo a toda velocidad. Apuesto a que en uno de esos coches alguien escucha ‘Everybody hurts’ de REM. Alguien llora agarrado a un móvil. ¿Cuántos basfleman y no cambiarían esto por las ‘Jurdes’? O directamente flipan con las luces de neón.
No son microorganismos. Son océanos de dinero en circulación. Chorros de dinero… ¿quién da más? ¿Qué imagen hay en los billetes de 500 euros? A este paso nunca seré rica… ni tendré motivos para salir en una película. Los objetos de la cotidianeidad se reducen a nuestra nanoimportancia. Con ritmos propios, colores, hasta texturas. ¿Quién manda? ¿Quién pilota la nave nodriza? Esto es un juego ¿sólo visual?
Foto: Essl-Award
'Babylon Plant' - Jakub Nepras, Centro Cultural Belém (Lisboa)
No. No son partículas. Veo tu cara entre las miles de caras de personas que se mueven a toda velocidad. Hay masas de coches atrapadas en el tráfico, acelerón-frenazo, cincuenta metros hasta el siguiente semáforo a toda velocidad. Apuesto a que en uno de esos coches alguien escucha ‘Everybody hurts’ de REM. Alguien llora agarrado a un móvil. ¿Cuántos basfleman y no cambiarían esto por las ‘Jurdes’? O directamente flipan con las luces de neón.
No son microorganismos. Son océanos de dinero en circulación. Chorros de dinero… ¿quién da más? ¿Qué imagen hay en los billetes de 500 euros? A este paso nunca seré rica… ni tendré motivos para salir en una película. Los objetos de la cotidianeidad se reducen a nuestra nanoimportancia. Con ritmos propios, colores, hasta texturas. ¿Quién manda? ¿Quién pilota la nave nodriza? Esto es un juego ¿sólo visual?
Foto: Essl-Award
'Babylon Plant' - Jakub Nepras, Centro Cultural Belém (Lisboa)
lunes, 23 de febrero de 2009
Lo que suma no resta
Concha tiene 77 años y vive en San Benito de la Contienda. Sus nietos no hablan como ella, aunque la entiendan, porque ella es lusoparlante. Fala à portuguesa en una aldea española, que lo es desde 1801, después de cinco siglos de soberanía de Portugal.
Había estado tres veces en Olivenza, dos por placer y una por trabajo, pero nunca en sus aldeas y, hasta ahora, tampoco había utilizado el portugués para comunicarme en territorio español.
Son curiosos los lugares de frontera… curiosos términos como territorio, soberanía o identidad… ¡Qué se lo digan a Melilla! Que se lo pregunten a cualquier niño español de religión musulmana que hable tamazigh… Tremenda confusión pueden causar las etiquetas en sociedades monocordes. ¡Qué difícil resolver problemas de este tipo! Más cuando es la política la que dicta qué debes y qué no debes hablar, en qué lengua tienes que crecer, aprender a expresarte.
Mis abuelos hablaban gallego entre ellos. Mis padres igual. Pero nosotros, la siguiente generación que “ya pudimos ser algo en la vida”; dejarnos de vacas, pastoreos y gasolineras; crecimos entendiendo lo que nos decían pero respondiendo en perfecto castellano. Después, vino Valencia, aunque allí se pasaron tantos años discutiendo si hablaban valenciano o catalán, que tuve tiempo de sobra para adaptarme. Para aprender realmente con TV3. Incluso, cuando se imponían normas absurdas del 50% castellano-50% valencià.
Hoy todo se ha radicalizado mucho más. Cada quien hace del idioma lo que le da la gana. Si fuera hoy a Galicia, hablaría mi portuñol xpto porque esa es la norma política. ¡Qué curioso haber aprendido el gallego de Portugal tantos años después! Ni el de mis abuelos, ni el de mis padres… ¿El de Concha? No lo creo... Cada vez que oigo hablar de bilingüismo, diglosia, dialectos o zonas de frontera; cada vez que una discusión similar se cruza en mi camino, por exceso o por defecto, recuerdo qué nos respondía Vicent, nuestro profesor de valenciano de la universidad, cuando le pedíamos que nos hablara en inglés:
- Las culturas suman, nunca restan.
Foto: Olivenza, por Fox Corners - Flickr
Había estado tres veces en Olivenza, dos por placer y una por trabajo, pero nunca en sus aldeas y, hasta ahora, tampoco había utilizado el portugués para comunicarme en territorio español.
Son curiosos los lugares de frontera… curiosos términos como territorio, soberanía o identidad… ¡Qué se lo digan a Melilla! Que se lo pregunten a cualquier niño español de religión musulmana que hable tamazigh… Tremenda confusión pueden causar las etiquetas en sociedades monocordes. ¡Qué difícil resolver problemas de este tipo! Más cuando es la política la que dicta qué debes y qué no debes hablar, en qué lengua tienes que crecer, aprender a expresarte.
Mis abuelos hablaban gallego entre ellos. Mis padres igual. Pero nosotros, la siguiente generación que “ya pudimos ser algo en la vida”; dejarnos de vacas, pastoreos y gasolineras; crecimos entendiendo lo que nos decían pero respondiendo en perfecto castellano. Después, vino Valencia, aunque allí se pasaron tantos años discutiendo si hablaban valenciano o catalán, que tuve tiempo de sobra para adaptarme. Para aprender realmente con TV3. Incluso, cuando se imponían normas absurdas del 50% castellano-50% valencià.
Hoy todo se ha radicalizado mucho más. Cada quien hace del idioma lo que le da la gana. Si fuera hoy a Galicia, hablaría mi portuñol xpto porque esa es la norma política. ¡Qué curioso haber aprendido el gallego de Portugal tantos años después! Ni el de mis abuelos, ni el de mis padres… ¿El de Concha? No lo creo... Cada vez que oigo hablar de bilingüismo, diglosia, dialectos o zonas de frontera; cada vez que una discusión similar se cruza en mi camino, por exceso o por defecto, recuerdo qué nos respondía Vicent, nuestro profesor de valenciano de la universidad, cuando le pedíamos que nos hablara en inglés:
- Las culturas suman, nunca restan.
Foto: Olivenza, por Fox Corners - Flickr
sábado, 21 de febrero de 2009
Primavera
Ha nacido un narciso entre los tulipanes. La hortensia y los claveles han sobrevivido al invierno y los geranios están que revientan de flores. Estoy harta de vivir entre pelos de gato, aunque no cambio sus besitos de nariz y gafas por cualquier otro, y cada vez que veo la ropa almacenada sobre la tabla de planchar pienso en regalarlo todo y vivir con lo puesto.
Ahora que ha salido el sol, que mi piel ya no huele a cerrado y pronto sabrá a sal, quiero quedarme en estas horas de mediodía en las que todo está permitido. Desde comer en la orilla del río hasta ‘jartarte’ de cerveza en las terrazas y adelantar la hora de la euforia hasta juntarla con la de la siesta a las siete de la tarde.
El 12 de febrero llegó la primavera a esta isla y se me olvidó avisarte. Te espero aquí. El rosal azul, Lady X, ha empezado a crecer; Reiko y Naoko lo intentan y la distancia entre mis omoplatos se vuelve cariñosa si los orientas bien. La camiseta reza “he sobrevivido a la 54ª edición…” y los huesos siguen marcando el camino. Aquí estaré, de aquí no me muevo, entre todo lo que aún queda por florecer.
Ahora que ha salido el sol, que mi piel ya no huele a cerrado y pronto sabrá a sal, quiero quedarme en estas horas de mediodía en las que todo está permitido. Desde comer en la orilla del río hasta ‘jartarte’ de cerveza en las terrazas y adelantar la hora de la euforia hasta juntarla con la de la siesta a las siete de la tarde.
El 12 de febrero llegó la primavera a esta isla y se me olvidó avisarte. Te espero aquí. El rosal azul, Lady X, ha empezado a crecer; Reiko y Naoko lo intentan y la distancia entre mis omoplatos se vuelve cariñosa si los orientas bien. La camiseta reza “he sobrevivido a la 54ª edición…” y los huesos siguen marcando el camino. Aquí estaré, de aquí no me muevo, entre todo lo que aún queda por florecer.
martes, 17 de febrero de 2009
Catarsis
Portugal es gerundio. Las acciones tienen carácter durativo. Por eso, ya no me extraña que, dos años después, se siga abriendo un 'agujerino' cada vez que diviso mi castillo de Évoramonte y los campos a rebosar de sobreiros. Cada vez que 'Luzboa' aparece recortada sobre sus colinas.
Una vez volé sobre sus tejados rojos desde la casa de M., cegada por la luz de la mañana, y esas cicatrices se resienten como las viejas heridas con los cambios de temperatura.
Trago saliva cada vez que noto que se abre un agujero negro por el que se quieren colar la perguiça, la solidão, la incerteza. Trago más hondo y reivindico el tiempo pasado, todo lo vivido, la alegría recuperada y abrazo más fuerte a M., a S. y a I., porque ellos no tuvieron la culpa, aunque acabara desapareciendo na mesma. Porque me alegro mucho de verlos. Porque, aunque haya pasado tanto tiempo, Portugal en eso también es gerundio. Y yo estoy volviendo. Volviendo.
Foto: David J. Martínez - Flick
Una vez volé sobre sus tejados rojos desde la casa de M., cegada por la luz de la mañana, y esas cicatrices se resienten como las viejas heridas con los cambios de temperatura.
Trago saliva cada vez que noto que se abre un agujero negro por el que se quieren colar la perguiça, la solidão, la incerteza. Trago más hondo y reivindico el tiempo pasado, todo lo vivido, la alegría recuperada y abrazo más fuerte a M., a S. y a I., porque ellos no tuvieron la culpa, aunque acabara desapareciendo na mesma. Porque me alegro mucho de verlos. Porque, aunque haya pasado tanto tiempo, Portugal en eso también es gerundio. Y yo estoy volviendo. Volviendo.
Foto: David J. Martínez - Flick
Formas y maneras
Querer correr. Quedarse callado porque no se puede añadir nada más a las percepciones reales, a los horizontes abiertos. A la pura posibilidad.
Querer esconderse. Agazaparse ante los problemas, ante lo que no funciona. Ante la prisa.
Querer gritar a grititos intermitentes de hiperactividad. De pensamientos que fluyen demasiado rápido y no reciben los suficientes rayos de sol como para crecer.
Querer conseguirlo.
Contestar demasiado alto demasiadas veces seguidas. Hasta que la fórmula para liberar la tensión llega en forma de abrazo y no de desabafo más.
Situar al de enfrente en el mismo escalón que la presión que pende de tu cabeza. Mirarlo a los ojos y que tus manos tengan ganas de rozar ese rostro. De hacerlo sonréir.
¿Por qué parece tan difícil, si todos tenemos la teoría tan clara?
Foto: Parque de Vigeland, Oslo - Tapperoa (Flickr)
Querer esconderse. Agazaparse ante los problemas, ante lo que no funciona. Ante la prisa.
Querer gritar a grititos intermitentes de hiperactividad. De pensamientos que fluyen demasiado rápido y no reciben los suficientes rayos de sol como para crecer.
Querer conseguirlo.
Contestar demasiado alto demasiadas veces seguidas. Hasta que la fórmula para liberar la tensión llega en forma de abrazo y no de desabafo más.
Situar al de enfrente en el mismo escalón que la presión que pende de tu cabeza. Mirarlo a los ojos y que tus manos tengan ganas de rozar ese rostro. De hacerlo sonréir.
¿Por qué parece tan difícil, si todos tenemos la teoría tan clara?
Foto: Parque de Vigeland, Oslo - Tapperoa (Flickr)
miércoles, 11 de febrero de 2009
Objetos
M. pintó ese cuadro un domingo por la tarde, como si abrir y cerrar los ojos costase el mismo esfuerzo. El resto de lienzos se repartieron entre Catarina y el contenedor. La cadena de música con manchas rojas de óleo acabó por joderse pero conservo ese cuadro colgado al inicio de las escaleras porque siempre he pensado que la silueta roja soy yo, que espero sentada, y que la Ferreiro algún día saldrá de la óptica hacia las galerías. Ese cuadro es un reflejo de uno de los experimentos más bonitos que F. y yo intentamos. Ganó el azul, sin duda.
Los libros son supervivientes. Sobre las estanterías, los niños. Mi pequeño Mohamed y sus canciones. ¿Cuántos años habrá cumplido ya? ¿16? ¿17? ¿Y su corazón?
En las estanterías: la pulsera de Caños de Meca que suena al sol sobre la piel desnuda, el tabaco y la S de Sonia como la L de Lucille y todas las trastadas que podemos hacer cuando las borracheras son despedidas. Postales. Una grabadora. Un vale de comida de la Guerra Civil y la locomotora que me regalaron cuando fui maquinista. En la pared, dos dibujos y cinco fotos: nuestras sombras que navegaron, atravesaron cementerios y paisajes de otoño antes de naufragar en la niebla.
Sobre el piano, la foto huelguista, los candelabros negros y la botella de vino de ‘Los persas’.
Estoy rodeada de objetos que me protegen. La foto de aquel muro de la Alameda donde alguien escribió: “¿quién puede juzgar nuestras conciencias?” y el mapa de África, el de todos los destinos.
Me siento sobre un cojín en el suelo. Los observo y sé que puedo seguir caminando porque tengo la credencial de superviviente colgada en el pasillo. La tengo siempre a mano, por si algún día tuviera que salir corriendo.
Foto: Caños de Meca, Pako-Flickr.com
Los libros son supervivientes. Sobre las estanterías, los niños. Mi pequeño Mohamed y sus canciones. ¿Cuántos años habrá cumplido ya? ¿16? ¿17? ¿Y su corazón?
En las estanterías: la pulsera de Caños de Meca que suena al sol sobre la piel desnuda, el tabaco y la S de Sonia como la L de Lucille y todas las trastadas que podemos hacer cuando las borracheras son despedidas. Postales. Una grabadora. Un vale de comida de la Guerra Civil y la locomotora que me regalaron cuando fui maquinista. En la pared, dos dibujos y cinco fotos: nuestras sombras que navegaron, atravesaron cementerios y paisajes de otoño antes de naufragar en la niebla.
Sobre el piano, la foto huelguista, los candelabros negros y la botella de vino de ‘Los persas’.
Estoy rodeada de objetos que me protegen. La foto de aquel muro de la Alameda donde alguien escribió: “¿quién puede juzgar nuestras conciencias?” y el mapa de África, el de todos los destinos.
Me siento sobre un cojín en el suelo. Los observo y sé que puedo seguir caminando porque tengo la credencial de superviviente colgada en el pasillo. La tengo siempre a mano, por si algún día tuviera que salir corriendo.
Foto: Caños de Meca, Pako-Flickr.com
martes, 10 de febrero de 2009
di Pucci
Tomar una copa de vino y respirar. Toquetear el pelo rapado y comprobar que está creciendo deprisa. Que las voces suenen más alto. Que el humo del cigarro llegue más lejos. Que mi madre no llore, que yo no me preocupe demais, que salga el sol de una vez.
Pelar un par de zanahorias y sentir cómo pueden llegar a ser sabrosas. Observar cómo la ventana es espejo y es cristal y tú estás casi siempre sentada en el suelo.
No se lo he dicho pero me recordó al abuelo. Por la claridad de sus ojos, por el énfasis en las negativas, por cómo el respeto se gana. Y, si se gana, acaba siendo un placer.
No se lo he dicho pero no tengo paciencia, soy todo prisas. Así que voy a seguir sentada un rato más, escuchando arias, almacenando imágenes y comiendo zanahorias a la espera de que vengan de nuevo las hormigas a visitarme. Ahora en espiral y hasta contar 37.143.
Pelar un par de zanahorias y sentir cómo pueden llegar a ser sabrosas. Observar cómo la ventana es espejo y es cristal y tú estás casi siempre sentada en el suelo.
No se lo he dicho pero me recordó al abuelo. Por la claridad de sus ojos, por el énfasis en las negativas, por cómo el respeto se gana. Y, si se gana, acaba siendo un placer.
No se lo he dicho pero no tengo paciencia, soy todo prisas. Así que voy a seguir sentada un rato más, escuchando arias, almacenando imágenes y comiendo zanahorias a la espera de que vengan de nuevo las hormigas a visitarme. Ahora en espiral y hasta contar 37.143.
lunes, 2 de febrero de 2009
Otros días
Víktor transforma el material ferroviario en esculturas que encierran la energía de los pasajeros que una vez circularon por aquellas vías. Irene construye versos, como si la poesía pudiese ser escenificada. Miriam vive entre colores y Javier hace tai chi con música ambient porque defiende la existencia de un tai chi creativo. El ‘radicalismo cromático’ de Paco Pérez Valencia provoca un debate sobre el arte. ¿Arte? Yasmina Reza. ¿Historia del arte? Blanco sobre blanco y cuadro negro de Malévich.
Mientras, los campos de Extremadura se están poniendo más verdes, el día le va robando minutos a la noche, leo poesía sentada en una bañera y recibimos visitas sorpresas que duran demasiado poco. Wall-E y Eve me enternecen, Anthony & The Johnson me descoloca por unos días, aprendo las distintas variedades de las naranjas o de la música funky y obligo a mi cerebro a trabajar más rápido, más moldeable, más juguetón. ¿Cómo era? ¿Lo importante es jugar… divirtiéndose?
Mientras, los campos de Extremadura se están poniendo más verdes, el día le va robando minutos a la noche, leo poesía sentada en una bañera y recibimos visitas sorpresas que duran demasiado poco. Wall-E y Eve me enternecen, Anthony & The Johnson me descoloca por unos días, aprendo las distintas variedades de las naranjas o de la música funky y obligo a mi cerebro a trabajar más rápido, más moldeable, más juguetón. ¿Cómo era? ¿Lo importante es jugar… divirtiéndose?
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