Los libros son supervivientes. Sobre las estanterías, los niños. Mi pequeño Mohamed y sus canciones. ¿Cuántos años habrá cumplido ya? ¿16? ¿17? ¿Y su corazón?
En las estanterías: la pulsera de Caños de Meca que suena al sol sobre la piel desnuda, el tabaco y la S de Sonia como la L de Lucille y todas las trastadas que podemos hacer cuando las borracheras son despedidas. Postales. Una grabadora. Un vale de comida de la Guerra Civil y la locomotora que me regalaron cuando fui maquinista. En la pared, dos dibujos y cinco fotos: nuestras sombras que navegaron, atravesaron cementerios y paisajes de otoño antes de naufragar en la niebla.
Sobre el piano, la foto huelguista, los candelabros negros y la botella de vino de ‘Los persas’.
Estoy rodeada de objetos que me protegen. La foto de aquel muro de la Alameda donde alguien escribió: “¿quién puede juzgar nuestras conciencias?” y el mapa de África, el de todos los destinos.
Me siento sobre un cojín en el suelo. Los observo y sé que puedo seguir caminando porque tengo la credencial de superviviente colgada en el pasillo. La tengo siempre a mano, por si algún día tuviera que salir corriendo.
Foto: Caños de Meca, Pako-Flickr.com
4 comentarios:
No he entendido casi nada... pero me has dejado acojonado, y supongo que eso es bueno
Mira, otro que no te entiende.
Yo de éste sí lo entiendo (casi) todo.
Todos los objetos tienen vida. Yo tengo cajas de cuando era pequeña con cosas que no recuerdo bien por qué las guardaba, pero las conservo porque en su momento tendrían algún sentido y a veces hablan cuando las destapo.
pude entender...
y ver la firmeza y flaqueza de unos ojos familiares detrás de unos cristales, q no son espejos resquebrajados de la luna.
De noche todos los gatos son pardos, pero "ainda da para perceber"...
Pienso en ese jardín dónde dices que plantas, hasta verlo, imagino...
y sigo leyendo.
M.
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