jueves, 23 de septiembre de 2010

Correr

I

Corro tanto, voy tan deprisa, que no tengo tiempo de parar a pensar si cada decisión que tomo, por pequeña que sea, es acertada o no; concuerda o no con lo que se busca.

El objetivo está claro y, si falta la reflexión, cuento con el instinto, con la habilidad o la torpeza de tratar a la gente, con la intuición de cómo me gustaría que fuera, con la búsqueda del equilibrio entre ellos y nosotros. Entre yo y ellos. Ante vosotros. Contigo.

No tengo tiempo porque soy la primera que se ha autoimpuesto la responsabilidad de no fallar pero quizás me estoy fallando (o engañando a mí misma). Por eso, esta semana me repito dos frases del "pequeño manual" de Universitas:
- No esperes que la vida sea justa
- Establece con claridad tus prioridades. Nadie en su lecho de muerte ha exclamado: ¡Caramba, si hubiera pasado más tiempo en la oficina!

A D., por su elegante no-despedida


II

Corro tanto, voy tan deprisa, que muchos días no me gusta que mi madre me recuerde por teléfono lo acelerada que estoy. Eso, el teléfono, es prácticamente lo único que tengo para saber cómo le fue a mi sobrino en su primer día de cole, cómo llevan ellos su paternidad, qué más le pasa a la gente. Y no quiero ni pensar en las conversaciones pendientes, encuentros adiados y cenas o fines de semana en los que me gustaría estar.


Y lo peor es que pienso en lo que haría si tuviera tiempo y lo que se me ocurre es: no estar aquí.

1 comentario:

Los viajes que no hice dijo...

Estarías allí pensando en estar en otra parte.
Respira. Y no, no te aceleres. El trabajo sólo es eso: trabajo. Y sí: nos espera un otoño plagado de cosas. Aunque esas cosas sean sólo un café y charla a las diez de la noche...