Tomar una copa de vino y respirar. Toquetear el pelo rapado y comprobar que está creciendo deprisa. Que las voces suenen más alto. Que el humo del cigarro llegue más lejos. Que mi madre no llore, que yo no me preocupe demais, que salga el sol de una vez.
Pelar un par de zanahorias y sentir cómo pueden llegar a ser sabrosas. Observar cómo la ventana es espejo y es cristal y tú estás casi siempre sentada en el suelo.
No se lo he dicho pero me recordó al abuelo. Por la claridad de sus ojos, por el énfasis en las negativas, por cómo el respeto se gana. Y, si se gana, acaba siendo un placer.
No se lo he dicho pero no tengo paciencia, soy todo prisas. Así que voy a seguir sentada un rato más, escuchando arias, almacenando imágenes y comiendo zanahorias a la espera de que vengan de nuevo las hormigas a visitarme. Ahora en espiral y hasta contar 37.143.
martes, 10 de febrero de 2009
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1 comentario:
Creo que esto no es un aria. Pero es genial.
Lo demás, como siempre, no lo entiendo. Menos mal que quedamos todos los martes... A veces pienso que no te conozco de nada.
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