miércoles, 4 de mayo de 2011

Cuentos, de Roberto Bolaño

Entro en los cuentos de Bolaño como quien llega a casa, saluda a la multitud, se prepara un café y se sienta en el sofá para escuchar una historia más, como si ese gesto fuese lo más cotidiano del mundo. Conversar con los invitados que, desde hace tiempo, frecuentan tu hogar sin que nadie los haya convocado.

Son detectives, policías de Sonora, escritores fracasados, jóvenes delincuentes, buscavidas, asesinos… todo tipo de seres solitarios sin rumbo fijo pero eso sí, una historia que contar; una gran historia sin final. Aunque el final sea un pensamiento cualquiera, un día cualquiera, la vida en continuidad.

Algunos tienen nombre propio, como Amalfitano y, con un nombre así, no es de extrañar que pueda formar parte de distintas historias y acabe mereciéndose la suya propia. Otros, son tan solo una inicial. B. Z. X.


Otros permanecen callados y sentados en la escalera, observando el cuadro de Marta y asomándose a las ventanas de Moscú, Alemania, el DF, Girona, un camping o una estación de tren. Casi todos escriben cartas y los perturbados mentales prefieren el jardín, sobre todo ahora en primavera, cuando los periódicos esconden mensajes cifrados con perfume de rosas.

El gato nos mira porque no sabe distinguir entre cuerdos y locos y tanta gente a él le parece, sencillamente, demasiada gente. Pero, igual que nosotros, se sienta a esperar que llegue ese tipo de gafas, pelo rizado, cejas pobladas y chaqueta de cuero que fuma un cigarro tras otro, escribe los cuentos de diez en diez y es el único que tendría, si quisiera, la capacidad de borrarnos al párrafo siguiente.

En la raíz de todos mis males se encuentra mi admiración por los delincuentes, las putas, los perturbados mentales, se decía Amalfitano con amargura. Cuando adolescente hubiera querido ser judío, bolchevique, negro, homosexual, drogadicto y medio loco, y manco para más remate, pero sólo fui profesor de literatura.
Menos mal, pensaba Amalfitano, que he podido leer miles de libros


Los sinsabores del verdadero policía” – Roberto Bolaño

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