miércoles, 16 de febrero de 2011

Embrague

No es la primera vez que me pasa, eso de observar lo que sucede alrededor como si la realidad se pudiese subdividir en multipantallas, como si ellos y yo viviéramos en velocidades distintas, en tiempos distintos y, mientras una vida, la externa, se puede acelerar y de hecho no para de correr; la otra, la del pensamiento, se ralentiza hasta el punto de detenerse y ¿por qué no? volver atrás, como el reloj de Julio Llamazares en el Cais do Sodré o el de la estación de Benjamin Button.


Me pasó en Noruega. Allí me quedé saltando de un punto del infinito a otro y creo que con el satélite todavía se me puede ver… Años más tarde, el 7 de agosto de 2007, en el pasillo de un avión Valencia-Sevilla. Y mucho antes, en 1987, quizás la primera vez que experimenté nítidamente la ruptura entre lo que estaba sucediendo y sus otras posibilidades, cuando nada impidió que aquel coche cargado de maletas siguiese su rumbo... ¿hasta aquí? ¿hasta hoy?

El tiempo pasado-presente-futuro no siempre es algo lineal y cualquier experimento, cualquier mención, reflexión o película que altere las coordenadas me deja ensimismada, como si yo también pudiese ser objetora de conciencia a eso de seguir como si tal cosa.

Foto: "El enjambre 2" de Curro González en el CAAC

P.D. Esto lo escribí el 11 de octubre, cuando supe que Julio Llamazares vendría a Extremadura. Esta mañana he charlado con él y no, mi pregunta no le ha parecido descabellada. Y sí, su próxima novela va sobre el tiempo.

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