A punto estuve de robar un adoquín de esos que usan para renovar las aceras de Madrid pero me contuve. No tengo sitio en la escalera para él y, además, en realidad, lo que yo querría es que pariera una flor.
Con las piedras de Lisboa y de Oporto se construyen castillos, aquí y en Polonia. Con las del Guadiana se compone música; no les pegues patadas, que se desafinan. Con las de Huelva reinventamos el trueque y las de San Jorge de Alor son anillos de brillantes. Así que… ¿de qué podría servirme un adoquín yermo?
martes, 14 de abril de 2009
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2 comentarios:
El otro día me encontré unas cuantas piedras por esta tierra romana que ya no suenan igual... supongo que las habrán dado mil patadas
me ha gustado este lugar....los adoquines desgastados nos hablan de las almas que los pisaron aunque se nos aparezcan yermos.
Volveré.
Una sonrisa
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