La primera canción de ‘El manifiesto desastre’ de Nacho Vegas suena a piano una tarde de lluvia algo alcoholizada.
“Así pues, cuando no tengas nada que hacer y yo pase por tu cabeza, nadie podrá oírte, así que piensa en mí como si me quisieras”.
Pero estoy sobria, luce el sol de diciembre y ahora sé que tampoco lo hicimos tan mal. Que cada quien tiene su propia habitación y en la mía estoy pensando en cambiar la mesa japonesa que te dejaste por otra mesa camilla, con la opción de brasero y mantita para cogernos de la mano mientras vemos seguidas la segunda y la tercera parte de ‘El padrino’. Para invitaros a comer cremas de puerro y perca sin que tengáis que sentaros en el suelo. Para estudiar y reorientar el caos, para que el gato se esconda en sus faldas.
Mesa camilla para jugar al Risk y conquistar Kamchatka, aunque esa no sea mi misión, aunque vayan cayendo uno a uno el resto de mis batallones. Para escuchar el piano de Nacho Vegas mientras luchamos por Kamchatka y por encontrar algo que nos ate, que nos haga tener la paciencia suficiente como para permitirle que mejore. Que te ayude a tomar la decisión más acertada a largo plazo, cuando tu intuición es más o menos nítida. ¿O no?
Foto: TDW1986 - Flickr
miércoles, 10 de diciembre de 2008
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3 comentarios:
Cremas de puerro y percas? Me apunto! Esa faceta cocinillas tuya me deja perpleja... Te llevaré de entrante o de postre unas gambitas al ajillo ;)
No sé qué pensar. Quizás mejor no pienso...
Y cómo fueron los Días I. Y cómo serán los Días III. A veces jugar a adivinar también tiene su recompensa en el puzzle. Días I pudo ser azul, aquel tibio color del atardecer extremeño, extraño todavía para ti, acostumbrada a los cálidos naranjas lisboetas o valencianos, los extensos grises gallegos, los verdes de tu imaginación. Fue un día de silencio. Y de reflexiones sin decisiones.
Días III. Está amaneciendo. Y no tienes mesa camilla. No hubo Risk sobre el que depositar batallas. Tu dialéctica tiñó las paredes de otros colores menos... intensos. Gato no maulla soñando con un jardín silvestre. Y tú, coges de la estantería blanca la cafetera grande.
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