martes, 23 de septiembre de 2008

Ficciones

Es un final común. No volvimos a vernos. Un final que se sigue construyendo día a día, estación a estación, cada vez que el tiempo pasa, se consume y confirma que no hay nuevas huellas tuyas en la calles de Cracovia.


Hoy pregunté por ti en el café. Ni rastro de Witold. Las sillas y los ceniceros, vacíos. Las velas apagadas. Tan sólo las luces de la mañana que lo invaden todo, que tejen tu sombra y la mía en este cuaderno azul, en esta historia con un final demasiado común que no termina.

1 comentario:

sara dijo...

Qué preciosidad!. Ya tengo mi blog y quería que fueras la primera en saberlo y a lo mejor la única, pero se te ha adelantado alguien por lo visto. Me dices cómo se ponen las fotitos? Y puedo pinchar cancioncillas también ;)?
Qué tal las vacas?. Vuelves a Mérida? Se me olvidó llamar a Santi! Será mejor que te llame algún día...