Estaba ahí de múltiples maneras pero no lo había visto. Ni la cercanía de una ciudad ni la presencia de su traductor me habían llevado hasta ese poema. Sí lo hizo mucho tiempo después, y en otras geografías, una columna de opinión de un autor que desconozco, hablando sobre un poeta que nunca había oido mencionar y publicado en un suplemento de un periódico que no suele leer porque no me interesa su ideología.
Lisbon Revisited (1926) estaba muy cerca. Era algo físico, palpable. Hasta cotidiano. Permanece como estatua de bronce en el Chiado, para que los turistas jugueteen a sentarse en su regazo y a acariciarle las manos, el sombrero, rozarle el rostro antes de hacerse la fotografía y preguntarse: "¿y éste quién es?, ¿qué hizo?".
Coincidió como profesor de literatura en un instituto de frontera, que se pasó años amando la literatura portuguesa, intimando con ella, destrazando la
raia y al que su sueño le ha costado más de un desasosiego.
Estaba ahí, como canto a una ciudad... Luzboa... pero no lo había visto y eso que los recopilo... me gusta leer, ver y escuchar lo que se dice y se siente por Lisboa. Por dentro o por fuera. En cualquier lengua, con música, sin ella. Con sus bragas colgando en cualquier balcón. Me gusta acercarme a lo que otros piensan y les duele Lisboa. Quizás porque me reconozco en todas, aún ninguna siendo la mía.
Comprendo a Inês Pedrosa cuando dice que amarla es "
simultáneamente un orgullo y una humillación; es amar lo envidiable y lo obvio. Las declaraciones de amor no le sirven; escurren por sus colinas disimuladas, se enredan en sus callejuelas fadistas, se convierten en tópicos". Como Miguel Torga, no conozco a ningún insensible que "
no se extasíe ante la hermosura de un panorama que la naturaleza no puede jactarse de haber repetido". La Lisboa Kuya de Sara Tavares, la que amanece de Sérgio Palma, en la que le hubiera gustado nacer a Pablo Guerrero, morir de amor a Pasión Vega, la del abandono de Cilleruelo, la de los corazones
iludidos de Ángel Crespo, la blanca y cinéfila, las mariposas de Nuno Júdice o los homeros, ariadnas y sísifos que pueblan desde Sete Rios a Oriente en los versos de José Mário Silva.
Don Fernando y su visión de Lisboa, ciudad-universo, persona-mundo, llegan ahora, aún habiendo estado ahí desde ayer, mucho ayer, para hacerme pensar que el concepto de DISTANCIA, física o mental, es cada vez más relativo. ¿Quién lo dicta? ¿Un cálculo matemático?, ¿La realidad o su ficción? ¿Las compañías de telefonía móvil? ¿Las líneas aéreas de bajo coste? ¿La perplejidad ante el prójimo? ¿Las despedidas o los reencuentros?...
No lo creo. Hoy me parece que la distancia es algo demasiado sutil, puro espacio intermedio. Apenas cuestión de oportunidad. La paciencia necesaria para que las cosas acaben por acontecer.
(...)"Otra vez te reveo,
con el corazón más lejano, el alma menos mía.
Otra vez te reveo —Lisboa y Tajo y todo—,
transeúnte inútil de ti y de mí,
extranjero aquí como en todas partes,
casual en la vida como en el alma,
fantasma errando por salones de recuerdos,
al ruido de los ratones y de las tablas que crujen
en el castillo maldito de tener que vivir...
Otra vez te reveo,
sombra que pasa a través de sombras, y brilla
un momento a una luz fúnebre desconocida,
y entra en la noche como se pierde un rastro de barco
en el agua que deja de oírse.
Otra vez te reveo,
pero, ay, ¡a mí no me reveo!
Se rompió el espejo mágico en que me reveía idéntico,
y en cada fragmento trágico veo sólo un pedazo de mi —
¡un pedazo de ti y de mí!...
Lisbon Revisited (1926)
Álvaro de Campos