No te conozco.
Podría, eso sí, tratar de apresarte en las situaciones en las que te he visto, describir la persona que has sido, catalogar los gestos y las reacciones. Tengo ejemplos de sobra para lanzarme y hablar del pragmático, del eterno aspirante a cantante, del peleón, del generoso. Del que deja que las personas vuelvan y vayan. Del gótico de alma, del que toma demasiadas decisiones y se abstiene en otras, del que no le tiembla la mano, del que madruga para estar solo, del loco, del cuerdo.
Suelo verte en el otro extremo de la cuerda, tirando más fuerte, pero también con cara de resignación, sonriendo (a veces, ácido; otras, complacido) y con un "hay diferentes formas de resistir" grabado en la peca de tu frente, esa que miran los niños señalando con el dedo (el/la tuyo/a lo hará), la misma que quisiste borrar. El agujero negro que concentra tu personalidad.
Podría reconocer todos los sonidos de tu risa, desde la terrorífica que nace en la boca del estómago hasta la que tienes ensayada para cuando toca quedar bien. Desde la verdadera, la que viene del alma, hasta la risilla irónica con la que pretendes alzarte con la razón. Pero también la sonrisa tímida, la amable (en una amable conversación), la abierta y con la que se te iluminan los ojos y las pestañas en esos extraños momentos de felicidad.
Creo que sabría describir tus costumbres. Tus neuras a la hora de ordenador los mandos de la televisión, de vigilar que la sal no se vierta en la mesa, de no destapar los pies ni bajo 40 grados. Tus gustos con la ropa, con la música, los tenedores y el vino.
Sí... Podría decir muchas cosas de ti. Cómo mantienes la calma en los momentos duros. Cómo te has ido entregando a cambio de algo que sólo tú conoces o el resto no comprende. Cómo te gusta quedarte dormido en el sofá, acelerar el coche, las horas que pasan delante del ordenador o jugando a ser DJ. Lo que opinas de los sevillanos, de los portugueses. Del sentimiento de lealtad y de justicia. Te han visto en más de un cementerio, tu alergia a la arena de la playa o el privilegio de verte bailar Chemical Brothers cuando tu lugar es siempre detrás del bullicio. Cómo te gusta escribir encriptado, dedicar regalos con versos de canciones, regalar hasta el infinito, si es necesario. El espacio que ocupan los best-sellers en tu mesilla, la poca paciencia ante las preguntas inútiles, los amigos que se te han quedado grabados en las entrañas.
Sí, es cierto. Podría describirte por dentro y por fuera, esencializar el significado rotundo y sin fisuras de tu nombre. Pero, aún así, algo se me escapa. Te siento inapresable. Y por eso no puedo evitar la sensación de sorpresa y de enigma cuando te miro ahora. Ahora que te desconozco.
A LdH, tan lejos y tan cerca,
en la hora feliz de la reproducción de la especie
jueves, 14 de junio de 2007
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