martes, 12 de abril de 2011

Quería mandar...

... a mis ojos de vacaciones porque desde que ven, desde que lo examinan todo con su escáner de descomposición de partículas, no le conceden protagonismo a ninguna otra parte de mi cuerpo. Y mi piel, aunque tenga un problema de despigmentación y de “primeras arruguitas”, ya está empezando a reclamar su posición de dominio. Mi mente, un descanso.

Así que, con un billete de ida y vuelta, mis ojos volaron a Bilbao. Lo que vieron fue que en la realidad hay espejos y que cada ciudad elige en el que mirarse, que el tiempo es matérico y que la cerveza se bebe en zuritos.


De regreso, no sé si dedicarme a inventar una máquina que altere la realidad. Quizás debería, sencillamente, reírme más o ser más irónica. O no callarme nada de lo que pienso. O construir un dodecaedro. O salir a la calle con la cámara de video. O responder a todas las preguntas en latín. O sumergirme para siempre con Bolaño en los pozos profundos de la memoria. O despertarme mañana convertida en escultura.

Sí, eso. Una Sonia de espejos y cristal, en la que pudieras observarte mientras me hablas y, al mismo tiempo, vieses lo que sucede fuera de nosotros.

O donar mis ojos a la ciencia o respirar seguido una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, once, quince, veintisiete, treinta y tres veces hasta entrar en un nuevo espacio de flotación, en el que la física cuántica y la poesía hacen mi trabajo. En el que los conceptos lejos-cerca, arriba-abajo, dentro-fuera ya no son una medida para la distancia.



Si el Aleph fuera poeta, que lo es, porque el Aleph lo es todo, escribiría esto
“Todo es ahora. Todo es aquí. Todo es aquí y ahora. Yo soy ahora. Yo soy aquí. Yo soy todo. Fuera de mí no hay nada. Dentro de mí está todo. También tú”
“Los poetas que no fueron”
Jean Murdock / José María Casanovas / Editorial Thule

Fotos: Anish Kapoor, Museo Guggenheim / Espacio Alhóndiga, Bilbao

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