jueves, 3 de febrero de 2011

Sol de febrero

Estoy aprendiendo a dibujar una escalera. No una, varias. Van cambiando de dirección, se acercan, se distraen… Es un baile que se parece bastante al día a día.

El objetivo es levantar los brazos y agarrar el sol.

¿Para qué?

Para nada. Lo importante es haber acortado las distancias y creer que es todo tuyo.

Pero me da la impresión que esas escaleras no pueden tener ninguna forma geométrica predefinida, así que giro el papel porque no todas las escaleras son verticales y descubro que he dibujado un edificio. ¿Se sostendrá según las leyes de la física? Porque ya estoy visualizando los volúmenes y el contenido. Algo poco práctico, como el arte. Con cafetería y librería, por supuesto. Que te dé tiempo a deambular, a saborear una buena taza de café y a soñarte imperecedero.


Dicen que los niños son curiosos, imaginativos y aventureros. También dicen que las matemáticas son aburridas y los domingos, días largos en los que arrepentirse de los pecados.

Pues yo, confieso, acabo de comprarme unos lápices Alpino, con goma y sacapuntas incluido, como si tuviese siete años y siguiese su mismo método de aprendizaje. Me he sacado de la biblioteca un volumen sobre “Arquitectos Contemporáneos” y estoy flipándolo con términos matemáticos como “asíntota”: línea recta que, prolongada al infinito, se acerca a una curva.

¿Ves cómo no soy la única que quiere agarrar el sol de febrero?

No hay comentarios: