lunes, 24 de enero de 2011

espejos

A veces, es cierto. El tiempo cumple su función y divide tu vida en vidas que no tienen porqué corresponderse.

Pero a la memoria le gusta recrearse y, cualquier detalle visto con perspectiva, te muestra algo que creías olvidado. Es entonces cuando una simple imagen se convierte en un viaje por ti, por vosotros, por lo que pasó antes y lo que vendría después.

Como este 2 de febrero de 2006, cuando Rosa Reis y yo deambulábamos por el Bairro Alto buscando qué forma darle a un reportaje para la revista Calle 20. Era mi primer texto “de viajes”, un intento creativo de supervivencia en una ciudad en la que mi cerebro se agotó.




Este paseo era la cuarta o quinta opción planteada. Apuré la fecha de entrega al límite porque me costó mucho encontrar el principio. Hasta que descubrí que para viajes, los cotidianos y empecé el reportaje como habíamos acabado muchas noches en ese mismo lugar. “Amanece en Lisboa. Tras la neblina del tabaco, surgen los destellos del Tajo en el Adamastor”. A los editores les encantó y yo nos sigo reconociendo en esas palabras.

Hoy, observando esta foto, sé que pudo haber sido de otra manera pero fue así, exactamente. Y que gané, a pesar de lo que perdí. Que siempre se trata de eso… si no... ¿a qué estamos jugando?

Eso me dice esta otra. Noviembre de 2007. Cefe rondaba por la mesa mientras Paco Carrillo nos hacía reír y eso que era su comida de despedida. Estábamos dejando atrás un verano tan difícil como intenso, tan exigente como mágico. Con el sabor de las primeras veces. Cuando mi cerebro se desató e inició un proceso que aún hoy me tiene entre fascinada, entretenida y harta. Cuando tuvo que digerir un dolor que todavía pellizca.




Hacía un mes que mi padre se había muerto. Y no salen pero yo las veo: Susana estaba a punto de cambiar de vida y no lo sabía. Carolina sería madre dos veces y Belén aparecería poco después en la fiesta. Y cada quien podría contar su historia de ganancias y pérdidas con detalle.

Me he encontrado por azar estas fotos cinco y cuatro años después, justo en un momento en el que soy incapaz de imaginar cuál será el siguiente paso. Por eso las dejo a salvo aquí, como piezas de un puzle que sólo cuando esté compuesto adquirirá su significado.

Ignoro qué sentiré cuando las observe muuuuchos años después, cualquier día como el de hoy, pero intuyo que me harán sonreír, me hablarán de caminos que no fueron fáciles pero que trazaron un argumento. Y seguro que me sugerirán palabras, personas, detalles y metáforas con las que viajar lejos, muy lejos.

1 comentario:

el secreto de la vainilla dijo...

without words me dejas