El otro día estuve a punto de comprar dos cartulinas inmensas en el Carrefour. Una de color rojo y otra amarilla. Como los árbitros. Recortarlas, guardármelas en la mochila y empezar a mostrarlas a mi alrededor cada vez que una acción exterior sobrepase los límites de una convivencia razonable.
¿Que un coche te ve y no se para en el paso de peatones? Tarjeta amarilla. ¿Que pretenden tangarte dos euros por una botella de Felicikas? Tarjeta amarilla. ¿Que los niñatos se ponen a escuchar música por el móvil a todo volumen como si fuesen los únicos pasajeros del autobús? Tarjeta amarilla. ¿Que Zapatero sigue erre con erre con lo del IVA? Doble tarjeta amarilla. ¿Que tus jefes cometen una y otra vez, y otra, y otra más el mismo error? Amarilla incandescente.
¿Que me pongo de mal humor ante estas menudencias? Tarjeta roja para mí misma y expulsada de este partido.
martes, 6 de abril de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Hola hermanita! Qué futbolera estas no?? Hay veces, en las que la tarjeta roja se suspende en los despachos tras revisar el video del partido y se convierte en cautelar, porque el arbitro no ha acertado con la jugada. Eso es para que puedas jugar el siguiente partido. Así que, anulada esa tarjeta...lo importante es que no te lesiones nunca. Ese si es el final y hay que colgar las botas...
Publicar un comentario