Hay noches que llega el insomnio y decido no tenerle prisa. El gato me mira, me acaricia con la nariz, "se nos ha ido un poco el horario, mi amor". No pasa nada, quizás es que hasta ahora hemos dormido demasiado.
No sé porqué pero esas noches suenan a piano, como si soñando que soy yo la que toca puedo conjurar, por fin, el descanso. Una vez que desaparece el miedo escénico, volar es increíble ¿verdad?
lunes, 9 de noviembre de 2009
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