Habito una isla, donde suele ser primavera por las flores del jardín, por el gato pululando entre ellas. Por tantas razones... Trabajo en una Isla, la de Viernes, que se emite los jueves por la noche y que me hace oscilar entre la aceleración y la ebullición.
Mi puente romano las comunica y sus piedras se encargan de agarrarme fuerte cuando me entra el vértigo del tiempo, las ganas de correr, de hacer un movimiento de danza a lo Cesc Gelabert. Cuando lo recorro, me silba canciones. La de hoy es ésta. Y no, "no lloraré", si acaso de insularidad.
miércoles, 4 de noviembre de 2009
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3 comentarios:
Niña, que faltan veinte días...
Hermana, gran canción y gran similitud. Envidio ambas islas porque tanto ellas como el trayecto que las une están llenas de luz y música. Y me encanta que cuanto más avanzas, más aceleras. Así te dará tiempo recoger más uvas sin ira. En el "ostión" estaremos para sostenerte.
Tú haz lo contrario de Bunbury, que el pringao cuenta las horas hacia atrás a ver cuánto le quedará. Aunque nos guste, a veces es tan cretino...
¿Ves? ¿Ves? Cretino, cretino...
Me ha encantao.
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