Curiosa sensación la de sentirse en casa porque hay moras en el camino, porque los erizos están engordando y no has olvidado cómo disfrazarte de india con las hojas del castaño. Porque, de repente, el cielo se ennegrece, llueve un 1 de agosto y no eres capaz de predecir el clima. Porque es fácil hablar con la gente, porque las puertas permanecen abiertas, porque cada trocito de tierra es una huerta y porque hay puente, río, montaña. Porque el agua te deja la piel suave y las pieles suaves incitan a tocarse.
Estamos en Hervás pero cualquiera diría que éstos no son los caminos de Trives hacia la niñez.
Ya sé que estoy muy lejos de todo aquello, que Extremadura no es Galicia, que no hay retorno posible pero déjame abrir los ojos durante dos días y reconocer el verdor, el olor de la tierra mojada y este impulso de seguir creciendo medio silvestre.
Sólo voy a hacer una pausa, calcular la altura de nuestras sombras sobre la hilera de hortensias, quintuplicar la luna sobre la Fuente Chiquita, empelotarme en las Charcas Verdes, comer un poco más de chorizo o su pruebe, escucharte leer sobre el Sha de Irán, perder la brújula y toda orientación y sentir la energía de los raíles de tren abandonados. Sólo quiero esto. Vencer el vértigo, el tiempo, el compás.
Foto: Chausinho - Flickr
lunes, 3 de agosto de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
"Las pieles suaves incitan a tocarse", "Empelotarme en las Charcas Verdes"...
¡¡Sexy blog ya!!
¿Tú has estado en Hervás o en un sex-shop?
Publicar un comentario