martes, 17 de marzo de 2009

Radiohead

Él se aleja en la moto a toda velocidad después de haber cometido un asesinato, mientras suena enfurecida la música de Radiohead. Sí, quizás sí. Consigo visualizar a Urbano-Inocencio enganchado a esa letanía, a esos acordes repetitivos, oscilantes, con la mente y el alma pasando del frío al calor; devorando papel, devorándose a sí mismo.

Pero también visualizo a alguien perdido entre la masa, que se para de repente y que, aún así, no consigue obstruir el paso de la gente que camina a toda prisa, que no se mira, que no siente. Y él ahí parado, mareado, con ganas de vomitar, paralizado por decenas de imágenes de personas que gritan, que se pelean, que destruyen.

Mientras, en otro rincón del planeta, ella y él saltan un muro de piedra para bañarse de madrugada en una piscina. Se desnudan, se acarician, se lanzan al agua, se acarician más, bailan, ella se demoniza y él se alegra por fin. Tú sí que sabes… Pero, como en ‘Los amores ridículos’ de Milan Kundera, los papeles asignados se asemejan demasiado a otra realidad y la duda, la sospecha, acaba devorándolos.

Hay un lamento animal en las canciones de Radiohead. Devora al prójimo como a ti mismo.



'Diario de Golondrina' - Amélie Nothomb
The Best of Radiohead

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