Cada vez que estoy en un aeropuerto me acuerdo de todas aquellas otras veces que ya estuve en un aeropuerto, como un bucle o una historia con muchos destinos.
Como Málaga, donde dormí cinco o seis horas apoyada en la mochila roja. Almería, donde soplaba un viento atroz cuando me fui lejos de casa la primera vez. Rodeada de ingleses en Faro, mientras cambiaba de piel. Y más… Los experimentos fotográficos en Frankfurt, las preguntas en la aduana de La Habana y un ‘¿qué coño he venido hacer aquí?’ en Bruselas.
Recuerdo lo grande que era el reloj del aeropuerto de Melilla, cómo cada movimiento de aguja intensificaba la distancia. Imposible olvidar que quise detener el tiempo en una pasarela porque, más allá de aquella puerta, no había nada, sólo la muerte. Que hubo alguien que pidió que el avión de Mallorca no llegara a su destino. Y así en una larga lista que incluye tristezas, sorpresas, reencuentros, controles y colas para embarcar, maletas perdidas, madrugones, dibujos de la tierra, gominolas, libros y anacardos.
Desde hace algunos años colecciono las tarjetas de embarque. No ha sido algo consciente. Las he ido guardando en la cartera hasta que me he dado cuenta que ya conservaba unas cuantas. Hasta que vi una exposición en el MEIAC de Gustavo Romano que las usaba para narrar sus peripecias. Ahí siguen desde entonces. (Creo que enmarcaré las de África y Buenos Aires, lleguen cuando quieran llegar).
No las necesito para recordar porque viajar es algo extraordinario. Por eso los aeropuertos no se borran, a pesar de lo inhóspitos que son. Acaban conteniendo algo más grande. Pero quizás algún día juegue con ellas a reconstruir un itinerario de fechas y destinos, de la vida que pasa y no se detiene. La vida que te lleva de una ciudad a otra, de un país a otros dos, para que tudo siga na mesma, pá, o, al menos, para estar en movimiento. Simple felicidad. Feliz en tránsito.
jueves, 9 de octubre de 2008
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2 comentarios:
Feliz en tránsito. Creo que me defines muy bien a mí también. Por cierto, me gusta tu nueva imagen y tus nuevos elementos. Tus palabras, como siempre, me llegan al alma. No dejes jamás de escribir.
LA PRIMERA VEZ QUE VOLÉ FUE CONTIGO A PARÍS... TE DEBO TANTAS COSAS!
PD. QUE SEPAS QUE SIGO VOLANDO A TU LADO...
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