martes, 3 de junio de 2008

Jacarandas


El Keops ya no existe. Ahora se llama Infinito o algo parecido, como infinitas parecían las madrugadas que hoy, vistas a la luz, resultan inconcebibles. Levantar los brazos con I., con M., con S. y S. y S. y cantar... "fugir p'ra outro lugar", improvisando el acento brasileño e invocando una profecía que esta vez sí, en esta ciudad sí llegaría a cumplirse.

En su fachada, el Bairro Alto ha cambiado. Hay más tiendas de diseño, nuevas galerías de arte, bares que han cerrado, la normativa que prohibe fumar... pero algo permanece inalterable, como le sucede a toda la ciudad, quizás un poco a Portugal. Que camina dando pasos apenas perceptibles. ¿O son pasos de gigante seguir eligiendo entre Ferreira Leite y Santana Lopes? ¿El tráfico en el Marquês, la locura colectiva por el fútbol, las tugadas? Fue esa lentitud la que me desesperó. La misma que, de regreso, me causa una mezcla de pereza e impaciencia.

Pero, en realidad, el tiempo sí pasa, aunque a veces parezca que se ha detenido en el Bairro Azul, en una factura por pagar, en las escaleras mecánicas de El Corte Inglés, sin solución posible tanto si subes como si bajas. El tiempo ha pasado. Sobre mí, sobre Lisboa, sobre todos y cada uno de nosotros. Quince meses. Con sus días y sus noches. Los anhelos y los miedos. La consciencia y las consecuencias.

A veces, es posible olvidarlo con un mensaje de cariño. El viento en Adraga, un daikiri en el molino. El tiempo se olvida si los abrazos se dan sin reproches. Si no cuentan las veces que llamas porque seguirá habiendo más intentos. El tiempo, al final, no importa porque las jacarandas han vuelto a florecer por toda la ciudad, feliz primavera que tiñe Lisboa de azul violáceo cada mes de mayo.

1 comentario:

Los viajes que no hice dijo...

Quince meses ya. Lisboa. La ciudad que vi contigo...

Me alegro de los abrazos y los reencuentros...