martes, 24 de junio de 2008

Siesta


El letargo se va adueñando poco a poco de mi cuerpo. No sé si estoy dormida o despierta, quizás en ese mundo intermedio de rostros y sombras que recordaré al abrir los ojos.

Entro en un bar oscuro y caldeado, de paredes desconchadas,olor a tabaco y alcohol. Trabajo localizando escenarios de película y busco un lugar así, solitario y con una mesa de billar. Acabo de encontrar lo que necesitaba en un pueblo perdido de Portugal pero, entonces, veo algo más. Un anciano sentado en esa sala, vestido de negro, con las manos apoyadas en el bastón y la mirada fija en la mesa de billar. Y, de repente, soy algo distinto. Quizás fotógrafa. Viajo por ahí atenta a los seres que esperan sentados a que el tiempo pase y no queme. A que los buenos tiempos regresen. A descansar con la mirada en un punto y el resto de la vida en otro.

Mi cuerpo hace volteretas sin cesar y vuelvo al teatro, con sus sombras. Sé que son ellas, no nosotros ni el vestido ni la intención, las que cumplen el viaje temporal. Y volverán... Eso alcanzo a pensar mientras mi cuerpo ya no obedece la orden de moverse y duermo apaciblemente lo que me queda de siesta.

Foto: cflópez / festival de mérida

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