jueves, 15 de noviembre de 2007

La casa habitada



Me parecería de lo más normal que, en cualquier momento, aparecieras en las escaleras, riéndote porque no esperaba a nadie y me has asustado. O que te asomaras por la puerta de la cocina, mientras estoy tendiendo la ropa en el patio.

A veces, hasta me extraña no oír cómo me gritas desde abajo que hace frío, que encienda de una vez la calefacción. Me pregunto porqué no te acercas al jardín para decirme que no estaría mal que, en vez de margaritas amarillas, plantásemos árboles frutales.

Vivo sola pero, a veces, tengo la impresión que mi casa está habitada.

“Los espíritus no son fantasmas”, he leído en ‘La leona blanca’ de Heinning Mankell.

'No. No lo son', me susurras antes de dormir.

Foto: Metamorfosis

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