miércoles, 3 de octubre de 2007

Respiración



Ahora que los músculos de mis piernas se han quedado sin energía para seguir saltando de puente en puente, me paro sólo un momento y me siento a descansar en el banco. Ya no estáis pero no importa. Ese tiempo también se ha borrado pero ahora lo único que quiero es apoyar mi espalda en un respaldo de madera con una diana dibujada, cuando todavía no existía la palabra abismo y la eternidad se deslizaba con el paisaje; reposar en un parque de Málaga o con los pies colgando en el malecón de La Habana.

Me paro un momento, dejad de mirarme que ahora soy yo quien os observo desde la distancia, con una ligera sonrisa entre el sarcasmo y la melancolía. En pleno absurdo.

Suena 'Henry Lee' una y otra vez en mi cabeza, stay all night with me, pero vete, por favor, que quiero estar sola mientras se apagan las luces en la casa de mis abuelos, mientras las parejas de mediana edad aprenden a bailar en el puerto de Oslo, mientras las plazas de las ciudades pequeñas que empiezan por eme engendran amores fecundos.

Little bird... no importa. Ya no está pero verás como este tiempo también se desdibujará sentada en el banco, cogida a su mano contando los 41 segundos que dura cada ciclo de la respiración, en las piedras desordenadas de la Malvarrosa con una antología de Pablo Neruda o bajo la llovizna de domingo en el parque da Estrela, entre el caos y la premonición.

Miro enfrente. La oscuridad del souto, la fiesta de los sentidos en la plaza de Doña Elvira, el río de los destellos metálicos, la tierra prometida, un ficus, un castaño, la verdad.

Miro al lado y sé que a partir de entonces sabré reconocerte.

Levanto la cabeza y observo el infinito. Mis piernas descansan, mi espalda se arquea y mis pies se balancean mientras escucho despedidas y defensas. Mientras busco el impulso que necesito para agarrarme a la tierra antes de volver a saltar.

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