jueves, 20 de septiembre de 2007

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La tristeza es líquida. Como las lágrimas. Como el agua que generaba tu respiración. Como las gotas de sudor que calentaban tu frente.

Al principio la tristeza es líquida, infinita tristeza sí. Hay que dejarla que se deslice, que lo inunde todo. Como tus pulmones encharcados. Como la sensación de devastación.

Hay que reconocerla, padecerla, preferirla a la rabia, la indignación y la incomprensión para impedir que se solidifique y agujeree el alma.

Hay que asumirla. Como el adiós, como la muerte.

Hasta que se acabe convirtiendo en vapor, se vaya diluyendo, se enmascare con la vida que no cesa. Como tu recuerdo. Como el amor, sí. Como el amor infinito.

1 comentario:

Chucherías de Arte. Ediciones dijo...

No sé que pasa, pero no dejes que la liquidez de esa tristeza que te enbarga, ahogue tu mirada