Es fuerte, cada vez más. Aunque no lo pueda todo sola, aunque las noches la pillen rendida de cansancio en el sofá y al día le falten horas para hacer todo lo que tiene que hacer. C es cada vez más fuerte porque ha aprendido a respirar y tiene una razón, sólida y vital, para seguir inventando lo que no sabe e intentando lo que parece imposible.
La conozco desde hace diez años, el mismo trabajo, cuatro casas, un saxo azul con granos de arena en el maletero y la premonición del siete. La he visto emocionada, entusiasmada, encerrada en sí misma, viajera, desordenada, amargada, estudiosa, estancada. Dolida y resarcida. Caótica y feliz. Organizada y desesperada, y no precisamente en este orden. C de múltiples formas, siempre buena gente, generosa y comprensiva, divertida. Y ahora fuerte, roble, cada vez más sabia, aunque no haya conseguido hacer todo lo que se proponía y algunos sueños se hayan quedado tatuados a su pierna.
La admiro y la quiero. La respeto y me acuerdo de ella muchas más veces de las que doy señales de vida para decírselo porque ella es el otro vértice del triángulo. La compañera de trabajo que se convirtió en amiga, en confidente, en revulsivo, en madre, en ejemplo. La peleona. La luchadora. Cueste lo que cueste, que a veces cuesta demasiado…. Una de las más habilidosas narradoras, con su modo directo y cotidiano de transformar la realidad en pequeñas historias. En historias cercanas. De ti y de mí. Es C, la que no pregunta pero sabe. La que no recrimina pero siente. La que trata de reír, aunque llore por dentro. Y ese dentro se vaya haciendo cada vez más duro. Más resistente. Igual de acogedor para mí cada vez que vuelvo.
jueves, 3 de mayo de 2007
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