viernes, 14 de septiembre de 2012

Inocencia

Quisiera detener el tiempo en este preciso instante en el que, adormecida, respiras agitada en mi pecho. Tus dedos se clavan en mis brazos, tu cabeza busca su posición y todo tu cuerpo culebrea. Quieres dormir pero te resistes. Y yo, que soy más terca y más grande, te voy convenciendo con caricias y canciones de que sí, que ésta es la hora del sueño. Así, una noche más, te quedas dormida encima de mí, plácida y profundamente, mientras el tiempo sigue corriendo.

lunes, 30 de julio de 2012

Felicidad

No la suelo nombrar porque sé que es frágil y que se escurre entre los dedos. Pero, desde hace algunos meses, siento que está aquí, entre nosotros, envolviéndonos, en su forma más simple y primaria.

jueves, 12 de abril de 2012

gravidez

La tierra es redonda. La luna se llena cada 28 días.


Y mi barriga, que guarda un nuevo mundo, las imita a ambas.

sábado, 18 de febrero de 2012

Las horas

Reinventando el tiempo cuando el tiempo es, en esencia, una espera.


Foto: www.chemamadoz.com

jueves, 12 de enero de 2012

Latidos

He visto cómo la luz juega en Lisboa.

He visto la luna llena sobre la Acrópolis de Atenas y he danzado en las aguas transparentes del Egeo.

He contemplado los horizontes de Madrid pensando que serían eternos.

He disfrutado del esplendor de la primavera en los campos de Extremadura.

He llorado, he reído y todavía recuerdo algunos motivos.


No comprendí la materia hasta que no la tuve delante en Lanzarote.

Me emocioné ante el azul imposible de los almendros en flor que Van Gogh pintó para su sobrino.

El viaje más largo que hice fue el de retorno a casa.

Como Ulises en el Hades de “La Odisea”, hablé con mis muertos y me subí a las columnas del Teatro Romano de Mérida sabiendo que seguiría acordándome de aquel momento cincuenta años después.

Sé que he vivido decenas de instantes únicos, con personas que también fueron únicas. Pero nada como sentir por primera vez el latido acelerado del corazón de mi bebé con tan sólo nueve semanas de vida.

Foto: Adraga, Lisboa

lunes, 9 de enero de 2012

Despedida

"Somos el espacio que ocupamos pero, sobre todo, el espacio que mantenemos entre nosotros y los demás"
Historias de la vida material, Centro Helga de Alvear

Estuvimos en Olivenza y sus aldeas grabando las huellas de la cultura portuguesa y seguimos por el Valle del Ambroz los pasos del otoño.

Recorrimos un teatro de punta a punta y le pusimos nombre a cada una de sus partes.

Casi todo lo que sabemos de arte lo aprendimos en galerías, museos o fundaciones, y hablando con todo tipo de creadores.

Nos dejamos seducir por la fotografía y hemos tarareado muchas músicas distintas en salas de conciertos, locales de ensayos y festivales.

Hemos mezclado historia con vanguardia. Lo local y lo foráneo. La creatividad individual con el esfuerzo colectivo.

Hemos recorrido miles de kilómetros. De día y de noche.


Nos esforzamos en mostrar que hay muchas maneras de contar un mismo hecho. Y, por eso, hicimos unas cuantas preguntas.

Cómo se prepara una exposición, qué rituales siguen los actores antes de cada función, quiénes son los nuevos dramaturgos, cuáles son las fuentes de financiación ante la falta de dinero público, qué tiene que decir la filosofía en estos tiempos de fuga, cómo el soporte modifica el mensaje, cómo la cultura ha dignificado a determinados sectores marginales, cómo el cine ha tratado históricamente la homosexualidad...

Pero, sobre todo, los que hemos formado parte de La Isla de Viernes hemos sido víctimas del contagio. Del tremendo contagio de la cultura.

Han sido años poblados de música, películas, libros, ideas, discusiones, risas, cervezas, planos, quejas y esfuerzo. Mucho esfuerzo. Porque sabíamos que lo que estábamos haciendo merecía la pena.

Y eso... ya forma parte de todos nosotros allá donde vayamos.

Ilustración: Luis Fano

martes, 13 de diciembre de 2011

Burbuja

Llegué a Mérida en autobús, el día de Reyes de 2007, mientras sonaba en el mp3 “Where’s my mind” de los Pixies en versión Placebo.

Lo recuerdo con exactitud porque aquellos no eran buenos tiempos para mi cerebro y con esa canción, al menos, conseguía dejar de nadar en espiral.

Aquella tarde llovía y Olga me acogió en su casa, como años atrás había hecho en Melilla.

Llegué a Extremadura para trabajar en el Festival de Mérida (sí, ese que ahora se desangra). Sólo después, y durante dos años, averigüé qué significaba esa vorágine y cómo el Teatro Romano, con sus luces y sus sombras, se iba a colar para siempre en mis entrañas.

A él están vinculadas algunas de las personas que van a seguir viajando conmigo, vaya donde vaya. El resto, las conocí habitando una isla que me ha hecho saber qué historias me gusta vivir para contarlas.

Han pasado cinco años y muchos recuerdos. Ahí estamos Sara y yo de madrugada, espiando cómo montan en el Teatro la escenografía de coches quemados de “Los persas” de Calixto Bieito.


Recuerdo una noche de cumpleaños, una noche privilegiada, gira, girando.

Sin dramas, sin miedos.

Siento las piedras del puente bajo los pies, que me han aclarado tanto las ideas en cientos de trayectos de ida y vuelta.

Olga y yo cenando lo de siempre, en el lugar de siempre.

La sonrisa tonta de la cerveza y saber que no hay vuelta atrás.


El olor de las flores que he intentado cuidar con mis propias manos.

Películas en blanco y negro, en versión original subtitulada. Y muchas conversaciones, con gente distinta, que inflaman el espíritu y despiertan la curiosidad.

Regresar, después, sin prisas, a Hervás, al Jerte, a la Vera, a Alcántara, a Malpartida, a San Jorge de Alor.

Después de haber cambiado tantas veces de ciudad, es la primera vez que me voy de un sitio sabiendo que podría quedarme. Que esta es mi casa, cómo sólo antes lo habían sido Trives y la infancia. Que aquí la raíz sí ha sido fértil. Que podríamos seguir así toda la vida.

Pero toda la vida es demasiado tiempo y ahora quiero saber qué hay más allá de esta burbuja.

Foto: Entrevista a Calixto Bieito (Jero Morales) / "Resistiré" (Javier Álvarez)