lunes, 15 de marzo de 2010

Daniel el Mochuelo

A veces me pregunto de qué sirve semejante acumulación de "datos basura" y otros gestos estériles, como fijarme en las ilustraciones de las portadas de los libros y descubrir a Paul Klee en José Ángel Valente, a Cézanne y una de sus muchas miradas sobre la montaña Saint-Victoire en "El camino" de Miguel Delibes.


¿De qué sirve saber que la figura femenina de "La novia del viento" es Alma Mahler? Que la "Bola suspendida" de Giacometti encierra una clara referencia sexual...

¿La empresa compensará la subida del IRPF si les cuento que la primera traducción al español de Fernando Pessoa la publicó un periódico de Huelva, que el gato de "Desayuno con diamantes" tampoco tiene nombre y que Peter O'Toole mantiene un espectacular duelo con un autorretrato de Van Gogh en "La noche de los generales"?

¿Cuál es la aplicación práctica de sumar "El cumpleaños" de Marc Chagall a mi colección de besos?



Podría hacer un inventario de conocimiento inútiles, o agarrarme al puro placer estético, pero hay días que coincido con Daniel el Mochuelo y me basta con eso.

"(...) Seguramente, en la ciudad se pierde mucho el tiempo -pensaba el Mochuelo- y, a fin de cuentas, habrá quien, al cabo de catorce años de estudio, no acierte a distinguir un rendajo de jilguero o una boñiga de cagajón. La vida era así de rara, absurda y caprichosa. El caso era trabajar y afanarse en las cosas inútiles o poco prácticas"
El camino - Miguel Delibes

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