martes, 6 de mayo de 2008

Los días, sólo eso

Hay hormigas chiquininas recorriendo el mantel de mi mesa. Huyen, se esconden debajo del móvil, los periódicos, el paquete de tabaco. No quepo en su mundo, las desconcierto, pero a mí me gusta mirarlas. En el jardín, transportan entre dos un grano de arroz, y se unen, y fornican. Escapan de la sal o de cualquier otro remedio casero.

Son habitantes de mi isla, como ese canijo que teclea el piano cuando no estoy y descubre a Sakamoto y Morelembaum a altas horas de la mañana. Cuando los planes te fallan, queda la música. Sobrevolando cualquier cambio, ahí están la música y la naturaleza. Las hojas que crecen cuando no las miro, mientras regreso después de haber estado cuatro días en casa.

Odio las despedidas, quizás por eso dejo pasar tanto tiempo entre estancia y estancia. O no... Tal vez lo haga porque quiero sentir que son auténticas despedidas. Tristes, porque es probable que pasen muchos meses hasta el próximo abrazo, la complicidad, la broma, la empatía.

Hace algunos meses, nueve, que no paro de repetirme que debería estar, que me faltan horas para estar. Acercarme. Dejarme de tanto kilómetro y demasiados aplazamientos. Hace meses que pienso que no sería tan malo volver.

Volver.

Después de Melilla, Sevilla, Lisboa, Mérida.

Volver.

Nena, piénsatelo bien que tú eres inaguantable cuando estás en el paro y a las dos semanas la convivencia sería imposible.

Volver. Para ver crecer a mi sobrino. Sus dientes, sus pasos, el siguiente libro de sonidos y colores y animales y palabras. Para estar con mi madre y sus cambios de humor. Mi hermano y sus agobios. Mi hermana y sus disciplinas. Con Jorge y que vuele como yo lo hice. Con C. y las mesas de comer. Para estar en esos pequeños detalles que se construyen de música y hormigas. De cada día, con todas sus horas. Incluso las inaguantables.

2 comentarios:

UnaExcusa dijo...

¿Y volverás?

Isabel Sira dijo...

Volver es difícil. Luego te llama el resto del mundo. Ojalá se pudiera estar en dos sitios a la vez y tenerlo todo.
Besos. Y, si vuelves, avisa, para que al menos vaya a darte un abrazo de despedida.