jueves, 29 de noviembre de 2007
Noviembre
Ha llegado el frío en noviembre y me ha pillado sentada en el suelo, leyendo frente al piano y las velas, o acurrucada en un sofá demasiado grande para nosotros dos. Recupero la bolsa de agua caliente en la cama, la mano derecha en la barriga del gato, la voz de Cesaria Évora o el flamenco de la Buika y la Negra.
Es noviembre. Otra vez. Van 32 y algunas nociones de cuidados básicos. Navidad sólo hay una y el resto de los días se olvidan. Ni las devastaciones ni las alegrías se parecen entre ellas y las sorpresas están en la página del periódico que no leíste. Noviembre me sorprende cuidando de mí misma, aprendiendo a hacerlo con calma, dejando que se sucedan la euforia y la tristeza, sin pretender disfrazarlas, igual que se suceden el rocío de las mañanas y el sol de mediodía.
Subo, bajo, pero no me tiemblan las rodillas, callo, decido. Me pierdo, vuelvo, me desoriento, desentierro una raíz del jardín y la veo tal como es, transplantable.
Ha sido un mes de lunas rojas desde un autobús, de frases de película y símbolos. "¿Cuál es la diferencia entre signo y símbolo?". Ha sido un mes de guantes blancos para un tiempo de sangre y de autogestión. Surgen perfiles, conceptos transversales. Buceo en archivos, bibliotecas, museos y vuelve a palpitar aquella oportunidad, la republicana. La veo desde un teatro, construido por los romanos o improvisado en la plaza de un pueblo. Veo el rostro de esa mujer en sueños, las gafas del Cipri, lo que ha quedado después. Veo noviembre desde la carretera, en blanco y negro, impreso. Un noviembre que germina.
Foto: DiegoBe - Flickr
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