miércoles, 31 de octubre de 2007

Mudanza

Vidas, mundos, universos paralelos. Quizás en otra existencia los rostros podrían reconocerse, parecíamos jóvenes y felices (feliz en tránsito). Podríamos tararear las mismas canciones o encender de nuevo las velas, la de canela o las de la grafia china. Objetos-símbolo. Objetos-experiencia. Objetos-ciudades. Pero el paso del tiempo ha ido dejando sobre ellos tan sólo polvo. Polvo acumulado por el desuso, por el simple ejercicio de seguir caminando, darle una vuelta más al reloj de arena, otra vida, otros mundos.

La memoria es frágil, por eso necesita elementos en los que apoyarse. Caprichosa, se despierta después de mucho remoloneo si la despiertas. Se desprende, viaja, vuelve y es unidireccional. No hay quien la contradiga. Vuelve en forma de fotos, cd, corcho, toalla robada, copa robada, carta, libros, pulseras, cuadro. Regresa con buenas intenciones pero tarde. No es su tiempo. Siempre demasiado tarde.

Limpio mi memoria de futuros juegos y me quedo apenas con tres piedras (las que no consiguieron construir un castillo, como decía Pessoa), una foto de mi padre, la flor del baño que saluda cada mañana y el reportero Gustavo. Elijo sólo los libros que leí o querré leer, la ropa que sí uso, la música que sí escucho, las imágenes que me gusta mirar.

Toda vida anterior se queda sin asideros. No los necesita tan pesados, tan irreales, guardados, encerrados, sin posibilidad de evolución. La presente viaja de nuevo en cajas y busca anclarse en un jardín. Sin tele, con brújula, ecos cuando canto y margaritas blancas o amarillas.

martes, 23 de octubre de 2007

Agua



Es un resto del naufragio que acabo de rescatar, que sobrevive al nuevo proceso de depuración. Reconozco el caos en el que lo escribí hace quince meses, esa oscilación entre la tristeza y la euforia, la duda y la certeza. El juego de extremos que lo motivó entre el placer y el dolor, el fin y el principio. Reconozco las imágenes, las veo todavía, las referencias, los sentimientos. Son ellos, están ahí, los recuerdos que atesoro, las personas que perduran (y las que no), las intenciones, los símbolos.
Pero, sobre todo, reconozco la necesidad de construir un asidero. Inestable pero enraizado. La misma necesidad que, un tiempo después y por causas completamente distintas, ahora vuelve. Por eso, viajo hasta los orígenes de la nueva piel y lo salvo entre tantas páginas porque me devuelve a la realidad, a la evidencia. Asume y ancla.

"Un cuadro hecho a retazos. Pequeñas escenas, imágenes en miniatura que acaban configurando un todo. Lo que he vivido se resume a lo que narro y, sin embargo, sé que hay mucho más. Que la esencia se construye a base de dolores que hemos preferido olvidar, de personas que se quedaron tan sólo un momento o demasiado tiempo, de árboles y universos. Otras cadencias.

Ahora recuerdo un león tallado en madera de nogal, unos gatos recién nacidos, la brusquedad de las palabras que no entendemos. Un pan que sale del horno y un sofá rojo. Una nueva piel que se reconoce remoloneando en un parque, los versos que surgen de repente (me quedo donde estoy por si amaneces), una música que suena cada vez más alto, más propia.

Soy un río, siempre seré un río. Ya sea el Fiscaíño o el fantasma del Turia. El Guadalquivir o el Tajo. Puente de los entusiasmos o los destellos metálicos de la lucidez.

Ya no dudo.

Agua. Quiero ser agua, que emana, fluye, se desborda. La supuesta levedad de lo que se desliza, va limando, permanece, cambia, fecunda. ¿Acaso ese no es el lenguaje de la propia naturaleza?. Con un efecto aparentemente invisible ante nuestros cómodos ojos pero tan revelador... Inmutable pero siempre en constante transformación. En búsqueda perenne... en movimiento perpetuo
"

miércoles, 3 de octubre de 2007

Respiración



Ahora que los músculos de mis piernas se han quedado sin energía para seguir saltando de puente en puente, me paro sólo un momento y me siento a descansar en el banco. Ya no estáis pero no importa. Ese tiempo también se ha borrado pero ahora lo único que quiero es apoyar mi espalda en un respaldo de madera con una diana dibujada, cuando todavía no existía la palabra abismo y la eternidad se deslizaba con el paisaje; reposar en un parque de Málaga o con los pies colgando en el malecón de La Habana.

Me paro un momento, dejad de mirarme que ahora soy yo quien os observo desde la distancia, con una ligera sonrisa entre el sarcasmo y la melancolía. En pleno absurdo.

Suena 'Henry Lee' una y otra vez en mi cabeza, stay all night with me, pero vete, por favor, que quiero estar sola mientras se apagan las luces en la casa de mis abuelos, mientras las parejas de mediana edad aprenden a bailar en el puerto de Oslo, mientras las plazas de las ciudades pequeñas que empiezan por eme engendran amores fecundos.

Little bird... no importa. Ya no está pero verás como este tiempo también se desdibujará sentada en el banco, cogida a su mano contando los 41 segundos que dura cada ciclo de la respiración, en las piedras desordenadas de la Malvarrosa con una antología de Pablo Neruda o bajo la llovizna de domingo en el parque da Estrela, entre el caos y la premonición.

Miro enfrente. La oscuridad del souto, la fiesta de los sentidos en la plaza de Doña Elvira, el río de los destellos metálicos, la tierra prometida, un ficus, un castaño, la verdad.

Miro al lado y sé que a partir de entonces sabré reconocerte.

Levanto la cabeza y observo el infinito. Mis piernas descansan, mi espalda se arquea y mis pies se balancean mientras escucho despedidas y defensas. Mientras busco el impulso que necesito para agarrarme a la tierra antes de volver a saltar.